¿Para qué un psicoanálisis?

 ¿Para qué un psicoanálisis?

Consultorio
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Este trabajo parte de una reflexión que pretendo poner en palabras tras un recorrido, teórico y práctico, que me ha permitido conocer el psicoanálisis. La pregunta formulada en el titulo podría tener varias interpretaciones y, por supuesto, varias respuestas. Mi intención, más que dar argumentos positivos sobre psicoanálisis, convencer a los lectores de su viabilidad, o refutar la praxis de la terapia sistémica, de la terapia cognitivo-conductual, de la terapia gestalt, entre otras, es la de hacer un ejercicio que clarifique la funcionalidad del psicoanálisis como un dispositivo de cura, pero no haciendo referencia a la cura desde la perspectiva médica, sino a la cura en sentido de “curaduría”. Me refiero a un espacio caracterizado por una escucha distinta que permita un cambio en el posicionamiento subjetivo de la persona que se analiza. Un tiempo, durante el cual, las historias se reediten, se construyan y se destruyan. Es decir, entre el psicoanálisis y las terapias que mencioné, existe una enorme diferencia: pretenden desaparecer los síntomas que manifiesta un sujeto, ya que son vistos como algo “malo” o “negativo”; trabajan directamente sobre ellos para responder con urgencia a la petición del paciente. El psicoanálisis opera, entonces, de manera distinta. Coincido con el comentario de Fernández Gaos (2013), en el que señala lo siguiente:

“El psicoanálisis no hace de la angustia el enemigo a vencer, por el contrario, es su aliada. No atiende a la demanda de supresión inmediata, sino que profundiza en sus razones, en sus encubrimientos, en los rostros y máscaras que urdieron la novela que intentó mitigarla”

Lo anterior, parecería absurdo para algunos, debido a que, si la angustia es vivida como un estado displacentero, ¿por qué no suprimirla de inmediato? También, valdría la pena preguntarse el por qué no se da respuesta inmediata a ese malestar que se puede identificar en las entrevistas preliminares. Salamonovitz (2013), se cuestiona “¿por qué un psicoanálisis?”, y responde:

“Porque estamos medio sordos. Cuando hablamos decimos algo que escuchamos pero no escuchamos todo lo que decimos. Esto tiene que ver con ese malentendido al que me refiero. Hay ocasiones en que digo algo y otro sentido se cuela sin darme cuenta”.

Por otro lado, la pregunta que da título a este trabajo no pretende explicar el por qué, sino el para qué. Es decir, haré mención de los propósitos que, hasta ahora, he identificado para hacer del psicoanálisis una profesión, pero en el sentido de que algo se profesa. No lo veo como una disciplina, sino como una indisciplina. Es un dispositivo que permite la construcción, la reconstrucción y la elaboración, que requiere la presencia del psicoanalista. 

Al respecto, parafraseo a Freud (1937) quien, en su texto “Construcciones en análisis”, refiere que el psicoanalista es quien lanza sus intervenciones para dar sentido al material del dispositivo analítico. Dicha afirmación podría ser debatible y puede contener material para varios ensayos, sin embargo, por ahora, no pretendo desarrollar dicha problemática. 

Por su parte, Etchegoyen (2005), estableció una convincente diferencia entre el psicoanálisis y las otras formas de psicoterapia que hasta el momento existían, basándose en la propuesta de Freud (1905) que plasmó en el texto “Sobre psicoterapia”, explicó su comentario con el modelo Leonardo Da Vinci, que diferencia las artes plásticas que operan per via di porre y per via di levare:

“La pintura cubre de colores la tela vacía, y así la sugestión, la persuasión y los otros métodos que agregan algo para modificar la imagen de la personalidad; en cambio, el psicoanálisis, como la escultura, saca lo que está de más para que surja la estatua que dormía en el mármol”.

En mi opinión, considero pertinente problematizar y exponer las razones que afirman que, en cierto sentido, el psicoanálisis carece de una técnica. Lo anterior, puede considerarse como una aseveración si se define a la técnica como un conjunto de procedimientos, reglas, protocolos o normas que se utilizan para obtener un objetivo determinado; como una repetición de acciones para un fin. En otras palabras, no se puede enseñar el psicoanálisis como se enseñan las matemáticas o la física, es decir, con fórmulas, con rigidez, con resultados esperados o con procedimientos que pueden resultar iguales, aunque se tratan de diferentes personas.

Sin embargo, podría afirmarse que el psicoanálisis tiene una técnica, si lo pensamos como método compuesto por una teoría y por una praxis que se vinculan entre sí y que están sostenidas por una epistemología, además de estar constituido por medios y por un fin. La asociación libre, el diván, la escansión, el encuadre, la interpretación, el mismo analista, etc., están puestos en el dispositivo analítico y son ejemplos de dichos medios.

Citando una vez más a Etchegoyen (2005), éste refiere que el psicoanálisis es “la nueva técnica de Freud”, cuando dice que Freud se declaró hipnotizador y dio un giro en el rumbo de lo que hasta ese momento se estaba haciendo: 

“Pudo dar este intrépido paso cuando recordó la famosa experiencia de Bernheim de la sugestión poshipnótica y, sobre esta base, cambió su técnica: en lugar de hipnotizar a sus pacientes empezó a estimularlos, a concitarlos al recuerdo”. 

Gracias a esta manera de intervenir, Freud identificó que, en ocasiones, no se quiere recordar, pues hay una fuerza que se opone al recuerdo. Es entonces cuando descubre la resistencia, piedra angular del psicoanálisis y, para lo cual, la asociación libre sirve como medio de trabajo en la praxis.

Estos descubrimientos permitieron que, a su vez, se descubrieran otras cuestiones que fueron enriqueciendo al psicoanálisis. Una de ellas, es la interpretación: instrumento técnico fundamental que da al individuo informes precisos sobre sí mismo y sobre lo que le pasa y que, paradójicamente, éste ignora. 

Ahora bien, ¿cuál sería la finalidad del psicoanálisis? En términos generales, la respuesta podría ser: vivir curado, como se sugiere al inicio del presente. Otra finalidad que da al psicoanálisis su razón de ser, es que el monto de sufrimiento que hizo llegar al analizante al consultorio, deje de representar un impedimento para vivir. No se trata de evitar el sufrimiento, sino de reposicionarse ante la vida, de hacerse cargo del propio deseo.

Por otra parte, si el fin del psicoanálisis es entendido como el momento en que un análisis llega a su término, diría que, para algunas personas, sí existe el fin de definitivo del análisis. Me refiero a aquellos que, por alguna razón, visitan el consultorio porque ya no pueden con su dolor y buscan ayuda del analista, en quien depositan un supuesto saber y con quien se adentrarán a la problemática psíquica que los aqueja. Pasado un tiempo, termina ese proceso y ya no necesitan regresar al consultorio. Por el contrario, considero que para un analista no existe un fin de análisis, pero sí están ahí los momentos en que su análisis se detiene momentáneamente. 

Finalmente, responderé: para qué un psicoanálisis y el para qué estudiar psicoanálisis. Si a estas dos interrogantes, le sumamos la supervisión de casos, se podría responder que son los tres elementos que se requieren para la formación y para la praxis como psicoanalista, pero esa respuesta, aunque breve y concisa, sería muy escueta. 

Preferiría agregar que considero al psicoanálisis, que surge de manera gradual, como dispositivo que incide en el sujeto. Si se considera que la palabra “incidir” proviene del latín “cadere”, que significa “caer” o “incurrir”, y se entiende que, tanto en el estudio del psicoanálisis como en la supervisión de casos y en el análisis personal, hay encuentros significativos, entonces, habrá una incidencia, es decir, algo que cae. Eso que cae puede ser una construcción del analista, un señalamiento del supervisor de casos o una “enseñanza” del catedrático. Pongo entre comillas la palabra “enseñanza” dada la problematización que puede inferirse cuando se afirma que el psicoanálisis se enseña. En nuestra cultura, la frase “me cae bien”, es sinónimo de simpatizar. En tanto el psicoanálisis incide en mí, puedo decir que el psicoanálisis me “cae bien”.

Continuando con las respuestas, quiero señalar que el análisis sirve para escucharse, para observarse, para cuestionarse, para responderse, para decirse o para hablarse. Sirve para buscar un bienestar que no es sinónimo de felicidad, sino de entendimiento de la falta como algo constitutivo y de un discurso en pro de la palabra propia. Es el paso de la impotencia a la imposibilidad, es el paso de la frustración a la aceptación. 

El psicoanálisis tiene el distintivo de estudiar caso por caso y de impedir que se haga una generalización en este sentido. Se trabaja con la particularidad del sujeto como una cuestión enigmática. Se busca desenredar el nudo patógeno que sólo se puede ir trabajando durante el análisis. 

Por último, cabe señalar que, en la actualidad, la clínica psicoanalítica se ha visto modificada debido al surgimiento de nuevas teorías y propuestas. Por ejemplo, en tiempos de Freud, la clínica de la histeria era suigéneris, y dista de las histerias actuales. Por ello, considero pertinente continuar problematizando la clínica psicoanalítica y pensar al psicoanálisis como un campo muy fértil en el que, todavía, hay mucho por trabajar.

Bibliografía

Fernández, C. y Salamonovitz, A. (2013). ¿Por qué un psicoanálisis? México, D.F., Círculo Psicoanalítico Mexicano.

Etchegoyen, H. (2005) Los fundamentos de la técnica psicoanalítica. Buenos Aires, Amorrortu.

Freud, S. (1947) Construcciones en el análisis. Tomo XXIII. Buenos Aires. Amorrortu editores.


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