La piel y la mirada, porque el 2020 también habla de racismo.

 

Claudia Anda López

5 de octubre de 2020

 

El año 2020 se recordará no solo por las personas que lo vivimos, son tiempos históricos. Los eventos que la vida nos tiene tales como enfermedades, relaciones amorosas, familiares, problemas económicos, estrés en el trabajo, la maternidad, etc. se han hecho mas intensos y difíciles de procesar por la pandemia. La pandemia,  la cercanía constante con la amenaza de enfermedad, la muerte de miles y miles de personas a travez del mundo, las escenas apocalípticas en las ciudades mas turísticas del mundo. La muerte nos ha estado rondando todo el año.

 Este 2020, un poco antes de que oficialmente se declarara pandemia mundial y se recomendara hacer cuarentena, justamente el 8 y 9 de marzo en México, los movimientos feministas convocaron de manera histórica a miles y miles de mujeres por todo el país, se presentaron marchas en ciudades que nunca antes habían tenido, subió de forma increíble la presencia de mujeres que conmemoraron el día de la mujer y la lucha de derechos.

Aunque algunos temas son controversiales, la indignación por los feminicidios ocurridos en Mexico que ascienden a 10 aproximadamente al día, ha enardecido a muchas mujeres que buscan justicia, empatía y no la encuentran.

Para poner un ejemplo, un poco antes de esta manifestación sucedió una protesta en la Ciudad de Mexico, esta movilización de mujeres fue haciendo un recorrido por las calles hasta llegar a las instalaciones de la policía, la razón fue la indignación provocada por la historia de una chica menor de edad que pidió ayuda a agentes policiales después de haber sido abusada sexualmente. Estos mismos policías que tenían la responsabilidad de ayudar, también la violentan sexualmente, la violan. Las manifestantes hacen un recorrido por las calles de la CDMX y llegan a la procuraduría donde hacen destrozos, destruyen las ventanas y queman el interior de las instalaciones, están furiosas y lo hicieron saber a todos a nivel nacional.

Posteriormente a las marchas del 8 de marzo, el 9 de marzo hubo una protesta simbólica.  Se hizo una convocatoria que tiene su origen en una colectiva de Veracruz llamada “Brujas del mar”, el mismo estado en donde el año de 2019 registró el mayor número de feminicidios del país. Las mujeres hicieron paro y las ciudades casi no veían mujeres en la calle o en los trabajos, algunas otras asistieron a sus actividades por miedo a represalias sin embargo bajo protesta, portando pañoletas moradas, haciendo pancartas en sus lugares de trabajo.

Este mismo año, un poco después de estos hechos, nos trajo la pandemia, con todas las restricciones que conocemos ahora, evitar el contacto social lo más posible mientras se descubría qué pasaba con este virus que estaba matando gente en China, Europa, ahora E.U.A. y se acercaba cada vez más hasta nuestras ciudades en México.

La pandemia ha puesto en perspectiva nuestros vínculos, la forma en que nos relacionamos, la necesidad de cercanía y de hacer grupo, la relación que tenemos con quienes viven en nuestra casa, nuestra pareja, nuestros hijos e hijas y la constante amenaza de muerte. Durante meses ese fue el único tema en todos los labios, y la mirada apuntaba a intentar descubrir si estábamos a salvo acercándonos o poniendo en riesgo a nuestros seres queridos si un abrazo se nos escapaba, la ansiedad, la depresión, la frustración, los problemas familiares, de pareja comenzaron a subir.

Las calles vacías, los restaurantes y bares cerrados, el escepticismo de muchos, el miedo de otros, pensábamos que duraría un mes, ese mes pasaba y llegaba el otro y así transcurrió el año. Parecía que el tiempo se había detenido, todos los planes, los viajes, el salario seguro, la visitas familiares, las reuniones con colegas o amigos ahora eran peligrosas.

Mientras todo esto pasaba, o dejaba de pasar otro movimiento social mundial aparece. En mayo un policía blanco norteamericano es grabado durante ocho minutos sofocando con su rodilla a un hombre afrodescendiente tendido en el piso, que exhalaba su ultima frase. “I can´t breathe” decía George Floyd, mientras el policía con mirada altanera lo mató, en cámara, con testigos. Pronto el video circulaba en las redes y la indignación y el horror crecía, el movimiento “black lives matter” resurge y comienzan manifestaciones en la union americana y pronto en varios lugares del mundo, el 2020 también habla de racismo.

Feminicidio, racismo y pandemia, tres temas que han puesto en jaque a la población en México y el mundo, nos reta a cuestionar constantemente nuestra forma de relacionarnos con los otros de manera individual, sin embargo también es necesario un replanteamiento desde la psicología y el psicoanálisis para identificar de qué manera en nuestra práctica clínica o académica estamos replicando la injusticia social. Identificar que el psicoanálisis reproduce el conocimiento de manera sesgada posibilita la identificación del inherente racismo, misoginia y relaciones de poder de las cuales está atravesado desde su constitución; estos cuestionamientos y la posibilidad de reposicionamiento mantendría vigente al psicoanálisis.

Ericka Apfelbaum, psicóloga social y una de las primeras contratadas por el Centro Nacional de la Investigación Científica en los años 60´s, hizo uno de los primeras criticas a uno de estos posicionamientos de la psicología, identificó su temperamento androcéntrico, ella dice que la psicología desatendía las relaciones de poder o simplemente las distanciaba de su contexto social a la hora de desarrollar su perspectiva teórica. Situó el poder como tema estructural, lejos de su categorización como atributo personal que tanto se utilizaba en esos tiempos en la psicología social.  Siendo Alfelbaum alemana, tuvo que exiliarse a Francia por el régimen nazi, estuvo con su madre en campos de concentración franceses y su padre murió en Auschwiyz, ella decía:

“de esta experiencia de guerra y racismo, probablemente surja mi fuerte desconfianza hacia cualquier tipo de adoctrinamiento ideológico y mi reticencia a aceptar cualquier etiqueta que necesariamente me clasifique de manera reduccionista”. (Espinoza-Ibacache-Lupicinio)

Alfelbaum presenció las manifestaciones estudiantiles de finales de la década de 1960, los movimientos sociales de las minorías étnicas y feministas, y la misma crisis de la psicología social de esa época.  Estos sucesos sociales que tuvieron efectos personales le sirvieron para cuestionar el desencadenamiento de los efectos ideológicos y políticos en la producción del conocimiento, en otras palabras, cómo los sucesos sociales pueden aportar a la investigación.

De igual manera este 2020 está colmado de movimientos sociales, crisis que tienen efecto en las personas, de manera exponencial los efectos más negativos los resienten las personas  más vulnerables en la pirámide del poder, las llamadas minorías son las más afectadas. El encierro por la cuarentena  ha elevado la violencia hacia las mujeres en los hogares, el acceso a tratamiento por COVID-19 se ha privilegiado a personas con posibilidad económica para acceder a servicios particulares. También, en E.U.A, la comunidad negra y latina ha sido la más afectada por el virus, las condiciones de hacinamiento en sus lugares de residencia en la ciudad de NYC, por ejemplo,  ha ocasionado que sea imposible mantenerse lejos de contacto con las demás personas. La desigualdad  tiene a la población rica, blanca, masculina, heterosexual en el pico de la pirámide; en el fondo se encuentran los pobres, negros, indigenas, mujeres y pertenecientes a la comunidad LGBTTTIQ.

Alpfelbaum, también explica que el desarrollo de la desigualdad tiene sus bases fundamentales en las relaciones de poder de grupos dominantes sostenidos de manera estructural social,  ella señala que la desigualdad se instituye de la siguiente manera: de inicio se marca a la persona considerando un elemento distintivo de un grupo subordinado; esta etiqueta es involuntaria y de manera complementaria lo excluye del grupo dominante. En segundo lugar, la destrucción del grupo sucede de manera paralela al mecanismo anterior:

“paradójicamente al mismo tiempo que se marca, se accionan estrategias para que el grupo subordinado no realice actividades grupales que permitan generar una identificación positiva, el propósito de marcarlos está asociado a la fijación de límites, derechos y privilegios del grupo dominante. Apfelbaum plantea que la destrucción del grupo subordinado implica una diferenciación de funciones de los dos grupos, en el sentido de que cambian las actividades intragrupales. El grupo subordinado se introduce en un proceso de anomia (Estado de desorganización social o aislamiento del individuo como consecuencia de la falta o la incongruencia de las normas sociales) que acelera su destrucción y, en este sentido, se establece una relación de poder entre un grupo que es el dominante y —como efecto de tal destrucción— un “no grupo” que es el subordinado.”(Espinoza-Ibacache-Lupicinio)

Existen múltiples situaciones en donde el mito de la movilidad social se presenta, hay personas pertenecientes a grupos subordinados que ascienden en la escala social por supuestamente cumplir con las condiciones universales del grupo dominante. No obstante esas condiciones lo que realmente hacen es mantener una ilusión de la movilidad social y al mismo tiempo, ocultan practicas que van consolidando la relación dominación-subordinación de los grupos. En las relaciones de dominación propias de un sistema patriarcal, por ejemplo,  la movilidad laboral de una mujer como símbolo de una relación igualitaria es ilusoria, esta está instituida solo en función de la relación contractual, excluyendo un sin número de relaciones asimétricas que se viven en otros ámbitos cotidianos, será una reciprocidad ficticia; el supuesto ascenso social es restringido a este espacio y desaparece al momento de terminar el contrato.

Esto quiere decir que a este grupo se le identifica como subordinado desde su etiqueta y que al tener ciertas características que se le asemejen al grupo dominante se le brinda la ilusión de estar cercano a pertenecer al grupo de poder que lo somete, un “engaño aspiracional". Este "engaño aspiracional" funciona desidentificando a los individios entre sí manteniendo al no grupo de esa forma .

El poco interés en el oprimido es causado justamente porque una gran parte del no grupo oprimido en su búsqueda aspiracional rechaza identificarse con los grupos minoritarios, en muchos casos estas inequidades están tan profundamente arraigadas que solo cuando suceden este tipo de eventos dan “sacudidones” que nos ponen a pensar  y a cuestionar realmente si pertenecemos a ese grupo dominante o simplemente estamos actuando conforme los estándares establecidos para pertenecer y resguardarnos de la violencia ejercida, inclusive negando la propia violencia recibida, tal es el caso de mujeres que en el afán de hacer una alianza con el patriarcado se declaran en contra del feminismo, como si el movimiento estuviera encausado a crear una rivalidad o una lucha de poderes y no lo que realmente sería, visibilizar una estructura patriarcal que somete no solamente a las mujeres sino que exige a los hombres negar su feminidad por considerarla ofensiva, débil y despreciable.

Ante la mirada de muchos testigos se pueden cometer las mayores injusticias, es más fácil normalizar la injusticia social que identificarnos con el papel del que tiene la piel históricamente cargada de sometimiento y esclavitud.

Una reflección muy importante acerca del racismo dentro de la estructura social la tiene Brittney Cooper, esta escritora y activista estadounidense  dice que cuando los filósofos europeos empezaron a conceptualizar el tiempo y la historia, se oyó esta célebre frase que dice:

“Africa no es parte histórica de este mundo” Georg Hegel

Ella recalca que la idea de que las personas negras no han tenido impacto alguno en la historia es una de las ideas primarias de la supremacía blanca y es la razón por la cual Carter G Woodson creara la “semana negra de la historia” en 1926 y la razón por la cual se celebra el mes de la historia negra cada febrero en EEUU. (Cooper, Britney, 2017)

La idea colectiva que anula la historia negra ocasiona un tipo de borramiento que deja a la gente negra fuera de su narrativa, sin embargo, recalca Cooper, el que de los reclamos más escuchados hacia la comunidad negra sea el por qué viven en el pasado, crea un intento de renegación,  si la comunidad negra no tiene historia ¿por qué siguen reclamando sucesos del pasado?

¿Por que vives en el pasado?, les dicen; sin embargo hay momentos donde la duda es, si realmente es el pasado o sigue siendo el presente,  cuando las manifestaciones de BLM protestan sobre los homicidios injustos de ciudadanos negros a manos de la policía, las imágenes de las protestas parecieran que fueran tomadas hace 50 años. ¡Que similar borramiento de la historia de los pueblos originarios en Mexico! A los indigenas de México de igual manera se les percibe como si vivieran en el pasado, se les reclama que vivan fuera del tiempo y al la misma vez se les niega ese tiempo, se les niega además el espacio.

Para reflexionar sobre el robo del tiempo y por ende el espacio podemos usar  el fenómeno de la llamada “gentrification” en Estados Unidos, donde en favor del progreso se toma el espacio ocupado durante generaciones por latinos y negros, y se les manda a la periferia de las ciudades; grandes vecindarios de negros y latinos en NYC son comprados y sometidos a grandes renovaciones en favor de la estética subiendo el precio de la vivienda a más del doble dándoles la posibilidad de vivir en esos complejos solo a personas con cierto nivel socioeconómico, generalmente gente blanca. De la misma manera en Mexico la gente indígena está concentrada en los pueblos de la sierra y si se atreven a llegar a la ciudad se les trata como invasores.

Existe un pacto social cargado de hostilidad y violencia que deja fuera ciertos grupos minoritarios para poder mantener al grupo dominante  como un modelo usando estos engaños aspiracionales para reforzar la escisión entre ese mismo grupo, Ruth Stein (2005) dice que el "pacto perverso” se puede observar tanto en individuos como en relaciones intersubjetivas tales como parejas y formaciones sociales. Ella detecta como estos vínculos sociales son muy íntimos y cercanos tanto como violentos y hostiles, el reconocer y deshacer estos pactos perversos que sostienen el privilegio blanco implicaría la posibilidad de reparación  por medio de una ofrenda, no solo un símbolo. La reparación sería un proceso que reconoce el endeudamiento y el cambio significa el abandono, una pérdida de espacio,  lugar y condiciones materiales, reconocer y deshacer el pacto perverso del privilegio blanco es un camino hacia esa nueva visión genuina de  libertad social, entender la profundidad y tenacidad de este pacto en nuestras mentes y acciones.

Psicoanalisis y el  racismo, ¿a quienes estamos leyendo? ¿a quienes estamos viendo? ¿a quienes estamos escuchando? ¿Que referencias teóricas tenemos? ¿quienes acuden a nuestro consultorio? Estas preguntas, a mi parecer, pondrán en la mesa el contexto social de la subjetividad de los pacientes/analizantes  y los sujetos contemporáneos, incluidos nosotros mismos.

Jorge Bruce (2007) sostiene que son indispensables “recaudos técnicos” para tener presente un instrumento clínico capaz de percibir el “afecto racial” de los intercambios en los cuales se tramita el “imaginario racial” de las personas que vienen a analizarse, tanto en la transferencia  como en la contratransferencia.Bruce llama la atención sobre el hecho de que en la práctica clínica tendemos a ignorar las asociaciones, las experiencias o las circunstancias relacionadas con el racismo. Él piensa que esta omisión nos permite observar la infiltración de una ideología racista encubierta en la mente del psicoanalista. 

 Para saber qué se dice sobre el racismo dentro del psicoanálisis además de diversos artículos existe “Black psychoanalysts speak”,  un documental que entrevista a distintos psicoanalistas negros en EUA. ellos dan testimonio de su experiencia como persona negra en el ámbito del psicoanálisis, también dan testimonio de la necesidad de tener representación de una vivencia distinta, una experiencia negra que abra el tema del racismo al psicoanálisis primordialmente blanco.

 “No hay una definición universal, sin embargo ser negro te puede ser dictado, a muchos negros les han dicho: esta es la razón por la cual eres negro, eres pobre, poco educado y no psicológicamente desarrollado.” Ser negro en Estados Unidos de Nortemamerica es muy similar a ser indígena en Mexico, ser indígena es sinónimo de ser ignorante, pobre, ciudadano de segunda clase.

C. Jama Adams dice que tal y como las mujeres han cuestionado las teorías sexuales, las personas de color pueden comenzar a apuntar el inherente racismo del psicoanálisis, comenzar a cuestionar la forma en que escuchamos en nuestra práctica clínica abrirá la posibilidad de reparación, por el bien del psicoanálisis necesitamos mas psicoanalistas mujeres, negras, indigenas, LGBTTTIQ. La representación en el ámbito social, económico, educativo, laboral, traerá una perspectiva del mundo interno y externo en donde estén incluidas las llamadas minorías que representan el más alto porcentaje de población.

Tal parece que hay momentos en la historia donde todo pasa, si escudriñamos un poco cada suceso lo vemos enlazado con los demás, las protestas sobre racismo, la supremacía blanca, el patriarcado, también está enlazado con el acceso a la salud, educación y economía que evidencía la desigualdad ocasionada por estructuras sociales que se empiezan a hacer visibles y a ser confrontadas. Estos prejuicios, valores y apreciaciones negativas pasan a los más jóvenes en el curso de la socialización, las creencias del niño están determinadas por la de los padres, las representaciones significativas del mundo se construyen a través de identificaciones primarias, tanto el ideal del yo como el superyo están estructurados de esa formal, es ineludible incluir en nuestro modelo técnico las expresiones conscientes e inconscientes, transferenciales y contratransferenciales en el curso de los análisis que llevamos. Así se apartará a la investigación de los procesos psíquicos la identificación y transmisión del racismo. (Jorge Kantor, 2016)


Bibliorafía

• Adrienne E. Harris; “The perverse Pact: Racism and white privilege”

• Erika Apfelbaum: poder, dominación y liberación en perspectiva psicosocial. Revista de Psicología (Santiago), vol. 28, núm. 1, 2019. Universidad de Chile, Chile

• Lupicinio Íñiguez-Rueda lupicinio.iniguez@uab.cat

• Universidad Autónoma de Barcelona, España

• Winograd, Basia “Black Psychoanalysts Speak” (2014), Psychoanalytic Electronic Publishing (PEP). http://www.pep-web.org/

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